viernes, 2 de marzo de 2012

Ciudades inteligentes SÍ, pero cómo??

     Hace tiempo que se viene hablando de este nuevo concepto 'smart city', alumbrado al albor de la lamentablemente manida sostenibilidad (esto será objeto de otro post). Volviendo al asunto, la llamada 'smart city' está generando controversia, por cuanto se haya vinculada al desarrollo de tecnología como medida paliativa de algunos de los males que aquejan  nuestros asentamientos humanos, de muy diversa índole y escala. Más precisamente, se trataría de la dispersión de dispositivos tecnológicos con sensores, con distintas  aplicaciones, generando a su vez una nube de datos a la que se accedería a través de otro dispositivo que tendría en este caso el usuario. Hasta aquí todo bien, la intencionalidad parece positiva; pero veamos entonces por qué despierta recelo.
      De una parte, contrasta que la mejora del funcionamiento de un asentamiento de cualquier escala, esté cada vez más ligado al uso de dispositivos por parte de sus integrantes, es decir, que el buen funcionamiento esté cada vez más en manos de elementos exógenos al individuo y más lejos de la sencillez de la acción social. Se va entretejiendo una cada vez más compleja red tecnológica, que provoca una codependencia del individuo y en este caso de toda una colectividad, consecuencia inmediata de lo cual, nos convertimos en grupo de vulnerabilidad ante posibles colapsos de la misma. Desentrenar 'habilidades urbanas' en pos del aprendizaje tecnológico nos coloca en una posición de jaque ante cualquier colapso de esta red que estamos creando.
     Siguiendo en esta línea, no se puede obviar el binomio smart-city y sus implicaciones, o mejor, desimplicación. Me asalta la duda de qué se entiende por smart=inteligente cuando se habla de ciudad, porque para empezar, la ciudad no es un ente dotado de personalidad por sí mismo, sino el resultado de lo que un conjunto de individuos hacen en colectividad y convivencia y, en última instancia por tanto, la inteligencia o no de esta, dependerá de la inteligencia o no de sus integrantes. Como bromeaban mis compañeros Manuel Vivar y Antonio Trillo hace poco en una red social, a cuento de aprender a usar un 'smartphone' por parte del primero, el segundo respondía: 'un smartphone requiere un smartuser'. Pero, comedia aparte, no es la inteligencia numérica, de cálculo,... la que me preocupa, sino la inteligencia social de los 'posibles users', esa que hace que la convivencia funcione...como muy bien detecta Manu Fernández en su artículo. Esa inteligencia social, que se gesta en el seno familiar primero y se consolida luego (o debiera) en los centros educativos. Habría que apelar entonces más a la educación, a mejorar nuestro sistema educativo ante el nuevo paradigma, para alcanzar mayores cotas de inteligencia en nuestra ciudadanía y por ende en nuestras ciudades.

Photo credit: dantada from morguefile.com      
     Por último, lo más chirriante de todo, al menos, sospechoso, como apunta José Fariña, es la entidad física de quiénes están promocionando poderosamente esta nueva concepción, hablamos, sin entrar a dar nombres, de grandes compañías de telecomunicaciones, que fomentan su dispersión viendo un futuro prometedor para sí mismas. Y esto me lleva a preguntarme ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?, ¿qué fue primero, la detección por nuestra parte de esta 'necesidad' de despliegue tecnológico o la oferta por parte de estas compañías?, es más, en realidad, ¿alguno de nosotros lo ha llegado a considerar necesario?, más bien parece que en su búsqueda de expansión, alguien descubrió un buen filón en esta idea y nos ha ido convenciendo de que para constituirnos en ciudad inteligente debemos ataviarnos de tecnología hasta los ojos.

     Sin embargo, también hay que atender los argumentos a favor. Es innegable que estas tecnologías se piensan y desarrollan buscando una mejora y es innegable también que la consiguen, el acceso a la información que hoy tenemos y el que se persigue desde esta nueva conecpción tendrá por seguro gran utilidad, nos ahorrará tiempo y nos facilitará tareas cotidianas, además de ayudar a la implantación del nuevo paradigma de sostenibilidad que debemos acoger cuanto antes. Las múltiples aplicaciones de estas tecnologías y las que están por desarrollarse, aportan desde luego bondades al quehacer diario. Por ejemplo, algunas de las más inmediatas ya implantadas para conocer el tiempo de espera, las estaciones metereológicas o cualquiera de las que aparecen en este video:
 
       Hay que pensar además, que ningún gran invento de la historia ha quedado exento de controversia en su aparición y que, en realidad, ni siquiera sabemos aún de qué tecnologías estamos hablando, tal y como apunta Ryan Chin, investigador del MIT, se trata de tecnologías que 'hacen falta para hacer que esa ciudad (la inteligente) sea lo más habitable posible, que tenga aire limpio, zonas para vivir y para trabajar, para moverse libremente', y en este sentido: 'la verdadera ciudad inteligente no existe aún'.

       En cualquier caso, la controversia generada es natural, es la reacción genuinamente humana ante los elementos radicalmente exógenos cuyo alcance no se conoce ni se intuye, despierta nuestra suspicacia y lo hace con toda la razón, porque cada vez que hemos aceptado la entrada de un gran invento en nuestras vidas, lo hemos hecho sin concoer el precio que tendríamos que pagar, porque ese precio, sólo se conoce al paso de los años cuando volvemos la vista atrás y hacemos balance de lo positivo y lo negativo, es entonces cuando somos conscientes y juzgamos.
         Personalmente, tampoco yo, a tanta distancia, me atrevo a valorar como positiva o negativa esta llegada inminente de vida tecnológica a nuestras ciudades, sería una osadía sin conocer lo que aportarán y el precio a pagar. Pero sí me preocupa lo comentado al inicio, que caigamos en la trampa de desentrenar nuestras 'habilidades urbanas', la relajación social, la delegación de nuestra responsabilidad como habitantes en el uso de dispositivos que lo 'condonen' todo, en un mundo en el que la 'smart city' se gesta realmente en los senos familiares y aulas, donde se educa a esos ciudadanos inteligentes socialmente que tanto necesitamos. Educación, civismo, respeto y la carrera tecnológica que corra paralela a este entrenamiento; así sí se consiguen ciudades inteligentes creo yo, a lo otro llamémosle mejor ciudades tecnológicas o tech-cities.
           El debate está servido.













1 comentario:

Anónimo dijo...

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